La infancia se me ha colado en el café,
y brillan en mi mirada aquellos domingos,
cuando en la cama de ellos, entrábamos todos
y el aire se acoplaba al saludo …
-”Hoy es domingo se casa Piringo....”
Entonces el día empezaba a ponerse en marcha,
y él se iba en su NSU por ese Bosque que hoy sé,
tenía todo el encanto y toda la magia,
de cualquier cuento de hadas.
Ella se enredaba en el quehacer que le tocaba,
entre sus lecturas , mocos y rodillas raspadas,
y nosotros....aún hermanos entrañables,
con todas las diferencias pero con amalgama,
enfrentabamos la dura jornada que venía,
para dejarnos correr libres por los baldíos,
o saltar de rama en rama,
inventar mil aventuras en la casa embrujada
o simplemente... esperar la noche,
para contar cuántos bichitios de luz,
alumbraban nuestra inocente y feliz infancia.
El Malecón imborrable...refugio y complicidad,
cuando las travesuras eran exageradas,
las tortas de pedregullo y pasto,
que con esfuerzo Cristina y yo cocinabamos,
el sol compartido junto a nuestros primos,
los mimos del Tom y del Buby,
las carcajadas escondidas para no quedarla.
Cuando la Patora con el Patoro se escapaba,
cuando el Flaco del árbol no quiso bajar,
o cuando el zapato nuevo de Carlitos
decidió nadar por el lago,
sin olvidar los cautiverios del Chivo,
en el galpón , dónde abuela lo asolapaba,
y qué decir de las tardes en las cuáles,
de chaperona de Bea tuve que ejercer...
La infancia se me ha colado en el café,
y brillan en mi mirada aquellos domingos,
cuando en la cama de ellos, entrábamos todos
y el aire se acoplaba al saludo …
-”Hoy es domingo se casa Piringo....”