sábado, 4 de febrero de 2017

Un cuento hecho realidad



Hubo una vez...

En que Argentina vivió quizás su peor pesadilla.
Transcurría el año 1982 y un 2 de Abril a miles de jóvenes y adolescentes les robaron una vida.
Una vida que tenían plena de ilusiones, de fe y de esperanzas.
Fue una guerra sin sentido.
Lamentablemente siempre existen países con intereses políticos
y fueron ellos los que crearon, fomentaron y muy tristemente llevaron a cabo esta masacre.
Estos jóvenes, nuestros jóvenes, nuestros soldados que se convirtieron de la noche a la mañana en valientes soldados, salieron(la mayoría de ellos) a luchar al frente careciendo de preparación para enfrentar al enemigo, cargando entre sus manos fusiles obsoletos. Nuestros chicos han visto dos guerras; la de las balas, los cañonazos, la destrucción y la guerra del hambre, del frío, del maltrato psíquico, la de la muerte segura.
Debido a que el Ejército Argentino se declaró con medios no suficientes para el sustento de los batallones, el pueblo comenzó a movilizarse.
De manera que la gente se solidarizó.
Miles de abuelas y madres comenzaron a tejer bufandas para abrigar el cuello de nuestros valerosos jóvenes.
Familias que donaban alimentos no perecederos y los que podían se desprendían de sus joyas para que nuestros queridos soldados no padeciesen frío ni hambre. Así fue que hubo en televisión programas que hicieron maratones de horas para poder recaudar en el menor tiempo posible estas donaciones.
Mucho más tarde el pueblo argentino triste y dolorosamente se llevó una gran decepción cuando se enteró de que todo el esfuerzo de la gente había sido en vano ya que a los soldados no les llegó nada, debido a que manos inescrupulosas y manipuladoras hicieron desaparecer lo recibido.
El fin de la guerra se produjo un 14 de junio saliendo victoriosos los ingleses. Fueron 73 días que nuestros valientes chicos se enfrentaron al terror, a la angustia, al miedo, a ver morir muchos de ellos a sus propios compañeros.

73 días pasaron a la historia de un pueblo argentino que se vio subyugado por una dictadura que dañó mucho al país y a su gente.
Esta atroz pesadilla dejó un penoso saldo de: 649 bajas, 1300 heridos, 11313 soldados capturados y entre 350 a 454 suicidios.
Hoy puedo decir que después de 35 años he complacido un deseo
un anhelo que en un rincón de mi corazón llevaba guardado muy celosamente durante todos estos años.
Por aquél entonces yo cursaba el quinto año del Bachiller en una escuela nocturna, el Nacional de San Isidro. Y un 28 de abril de dicho año en una de las asignaturas la profesora nos invitó a escribir cartas a los soldados que estaban al frente para darles ánimo, fe y esperanza de que todo iba a salir bien.
Así fue que yo escribí mi carta con toda la esperanza deseando que llegara a manos de algún soldado. Durante largos meses aguardaba con ansiedad al cartero todos los días esperando la respuesta a mi carta.
Y un día, un día del mes de Junio debajo del portón del garaje
estaba mi respuesta.
Escrita en una hoja de papel muy fino, de color celeste, con una letra impecable y con algunas manchas de barro a consecuencia del día lluvioso.
Incrédula y con una emoción indescriptible comencé a abrir muy lentamente y con mucho cuidado lo que para mí era mi tesoro más preciado.
La carta que hoy pertenece a la historia de un pueblo que sufrió y se sintió engañado, decepcionado por quienes sembraron el horror y la tragedia de una guerra inútil.

Mi carta había caído en manos de un valiente soldado llamado Alejandro Zuloaga.
En ella agradece la carta recibida y me cuenta que éramos vecinos, y que estaba estudiando en la Facultad de Ciencias Económicas. Lo reclutaron como suboficial de reserva y al final de la carta su deseo era de poder conocernos personalmente.


A los pocos días la guerra terminó.
Durante muchos años traté de dar con él.
Lo buscaba entre los nombres de los soldados caídos en combate
y felizmente nunca leí su nombre. Pero había lago en mi interior que no me permitía seguir indagando por temor, por
un inexplicable miedo que mi conciencia no quería y se rehusaba a aceptar.

En el año 2004 me vine a España buscando un destino un poco más digno que el que teníamos en Argentina y luego de varios años mi hijo Héctor lo ubicó en el facebook. A él le tengo que agradecer este milagro. De manera que de tanto en tanto nos comunicábamos por este medio. Y el domingo 22 de Enero de 2017 después de casi 35 años de aquella guerra que nos dejó un mal sabor a todos los argentinos, Alejandro, mi querido soldado vino a España con su esposa a conocer y ver un poco sus raíces y estando en Valencia por sólo unas horas no quería irse sin conocerme, sin darme ese eterno y tan anhelado abrazo.

Y fue un milagro.
Y fue un deseo que se vio reprimido.
Y fue una emoción compartida.
Y fueron apenas dos horas en las que casi nos dio tiempo para contarnos nuestras vidas.

Gracias y mil gracias querido Alejandro, querido soldado
por este momento inolvidable que marcará nuestras vidas de ahora en más y que lo guardaré por siempre en mi corazón, en mi alma, en mi mente.

¡Hasta ahora, hasta siempre!


Patricia Fazio Costa

Sagunto, 1 de febrero del 2017














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