Nos entramos en esta colmena fantástica los zánganos, y de nuestras deliciosas montas con la Abeja Reina nacen estos pollos, pobrecitos habladores.
sábado, 29 de noviembre de 2014
A VECES VIENE A VERME...
A veces viene a verme el hombre que me vende la miel. Sí, ya sé que dicho así parece una inconcreción y una estupidez, pero nadie me negará que eso es algo que en multitud de ocasiones, suele ocurrir. ¿A quién estando en su casa tranquilamente y en bambas, no ha ido a verlo siquiera una o dos veces al mes, el hombre que le vende la miel? A mí, particularmente, me parecería una falta de respeto y de consideración el hecho de que éste, después de hacerle el gasto, no se dignara hacerte una mala visita; pero no, en ese sentido estoy tranquilo y sé que no me va a fallar. A mí me gusta que venga de vez en cuando por casa el hombre que me vende la miel, fíjate... Al principio, charlábamos un rato los dos sobre aspectos más o menos concretos de la apicultura, pero como se nos quedaban pequeños, comenzamos a invitar a algunos vecinos, y todo aquel que no trabajaba (cosa habitual ahora, con los tiempos que corren) se unía a nosotros en tertulias que se prolongaban hasta muy entrada la tarde, dándose la circunstancia de que de esta especie de taller apicultor, han salido verdaderos entendidos en la materia, y no veas cómo disertamos todos por el mundo sobre picaduras y panales, habiendo montado una especie de Barraca que, al más puro estilo lorquiano recorre provincias y provincias ofreciendo de manera totalmente altruista, explicaciones y tarros. Lo dicho, a pesar de lo que alguien pudiera pensar, no me molesta en absoluto la visita periódica del hombre que me vende la miel; al contrario, eso me permite explayarme a todas horas sobre las excelentes propiedades que atesora el brezo, el tomillo, el eucalipto o el azahar, que, por otra parte, reconozcámoslo, están de rechupete, eh...
(Luis)
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