viernes, 20 de noviembre de 2015


DON DICCIONARIO

        Vigilante de profesión y gran amante de las letras y el buen decir, don Diccionario de la Real repartía su tiempo a lo largo del año visitando ciudades, oficinas, colegios, eventos y parlamentos de todas clases y condición en su afán porque nadie pudiera salirse de las normas establecidas, y que él consideraba de obligado cumplimiento. Un soleado día de abril en el que paseaba tranquilamente por el parque de una pequeña ciudad, observó a un joven que se hallaba sentado en uno de los bancos que por allí había, escribiendo lo que parecía ser una extensa carta; sin poderlo remediar, echando mano celoso de su profesión, se acercó hasta el muchacho y mirando disimuladamente se dio cuenta de que a varias de las palabras a las que él creía controladas, les faltaba la hache. Con toda la educación del mundo y algo de buen humor, se lo hizo saber al chico, que mientras repasaba pacientemente todo el escrito de arriba abajo, murmuró entre dientes:... "y estos abuelos...
¡mira que son pesaos...!

(Luis)

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