COMO
ARMARÍA UN ESCONDRIJO.
Metería
en una maleta un libro, una tabla para poder escribir, una esponjosa
almohada, muchos folios y cartulinas, variados bolígrafos de colores
y mucha paciencia, con ella yo iría ilustrando cartulinas que
pegaría en las paredes y con los lápices ¡Que se me olvidaban!
escribiría lo que la paciencia no me permitiera obviar, que a buen
seguro sería descomunal.
La
hermanita salía cada noche iba a la escuela.
El
ingeniero cuando salía de noche no iba a la escuela, lo sabe la
vieja.
El
poeta que sale de noche no gasta derroches va al rio a llorar que no
anda crecido, ni él ni el rio.
TRASGOS.
Mi
trasgo particular es lo que me dijeron de pequeño que era mi alma.
Yo trato de andar por la vida sin sobresaltos, sin alterarme
demasiado por lo que me va pasando a cada paso. Y a cada paso me sale
el “trasgo almático” y me escita con sentimientos de culpa que
me zahieren y de los que es difícil librarse. Como es difícil
librarse del alma, cuando eres pequeño te van diciendo que tú
tienes un alma y que tu alma te reprocha esto u lo otro, que si tu
alma cual, que tienes que salvar tu alma… Es como si te hubieran
dotado de una tercera pierna que no hace si no estorbar, y yo lo que
quiero es correr, volar…
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