D. Julián, el profesor de Castellnor, se había jubilado y su
plaza la ocupó D. Valentín, un profesor que en poco tiempo, demostró ser muy
bueno, cariñoso con los niños y condescendiente con los padres, los días que no
daba clase, después de comer, jugaba una partida de dominó, (juego en el que
era un lince), con el alcalde, el cura y el dueño del único bar que había en el
pueblo, pero su distracción preferida, después de terminar las clases, era
coger un grueso libro y en la soledad de una cueva cercana, se sentaba
tranquilamente a leerlo…, allí nacía un alegre manantial que alimentaba un pozo,
algo retirado, del que los vecinos sacaban agua para beber, pues era buenísima.
Lo que no se podían imaginar los vecinos es que ese libro fuera
un diccionario, D. Valentín tenía la obsesión de aprendérselo de memoria, extraer
su sabiduría, tarea que le llevaba todo el tiempo que tenía libre, leía las
palabras y las descripciones en voz alta, pero cuando una palabra se le ponía difícil,
la describía una y otra vez levantando más la voz hasta que la aprendía, el eco
devolvía la palabra, reverberaba en toda la cueva y el agua del manantial
elevaba el tono de su risueño cantar.
Pasados unos años, D. Valentín seguía acudiendo a la cueva
con su diccionario y se dio cuenta que cuando comenzaba a leer, el manantial se
tornaba más divertido, como si se deleitara con su lectura, él también se
encontraba más alegre, más eufórico…., sin percibirlo habían conseguido una
conexión espiritual, intercambiando buenas vibraciones, el profesor en esos
momentos, se volvía agua y el agua, una fuente de sabiduría, que como espuma
iba deslizándose hacia el pozo, que poco a poco y haciendo un esfuerzo
inimaginable, fue aprendiendo el significado de todas las palabras.
En el pueblo ya sabían todos que D. Valentín llevaba a la
cueva un diccionario, pues en una partida de dominó, el amo del bar le había
dicho que los vecinos preguntaban, -¿qué clase de libro era aquel que le
costaba tantos años leer?-, D. Valentín, recostándose en la silla, se echó a
reír y le contó lo que hacía en la cueva, pero que no era labor fácil.
Una tarde, estando D. Valentín en la cueva con su tarea, una
vecina que fue a coger agua al pozo, le preguntó, (gritando para que la oyera),
el significado de una palabra y cuando el profesor iba a responderle, se oyó un
voz de ultratumba, fuerte y clara, que salía del pozo, contestándole…, la mujer
soltó el cántaro, y espantada salió corriendo hacia el pueblo gritando -¡¡el
pozo habla, el pozo habla!!-, algunos vecinos se arremolinaron alrededor de
ella y le preguntaron que como había sido y la mujer casi sin aliento por el
susto, les explicó lo que había sucedido. Mientras tanto el profesor, pasado el
primer sobresalto y sin dar crédito a lo que había oído, se aproximó al pozo y
comenzó a preguntarle algunas palabras, contestándole este rápidamente, en ese
instante subían por el camino los vecinos, escépticos, atropellándose unos a
otros para ser los primeros en llegar y preguntarle, pero todos pararon de
golpe al oír la voz firme que salía del pozo y le respondía al profesor.
Han pasado muchos años desde que ocurrieron los hechos y esa
leyenda continúa viva, gentes de todos los lugares acuden a oír semejante
maravilla, ha supuesto el resurgimiento de Castellnor y los vecinos se sienten
muy orgullosos con su pozo, que además de agua les da sabiduría.
Moisés Coronado, Noviembre de 2015.
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