Esta mañana amaneció con niebla, hacía más fresco del
habitual; en mi paseo diario, todo presagiaba que el Otoño estaba al caer, los
erizos, animales nocturnos, comían castañas, glotonamente, al amanecer, como si
se les terminara el tiempo para reunirse en su madriguera, e invernar, las
ardillas, más trabajadoras que nunca, se afanaban en recoger, las pocas
almendras que quedaban, bellotas, avellanas, piñas…. y trasladarlas a sus guaridas,
para pasar el Invierno, las hormigas, acondicionaban sus hormigueros, sacando a
la superficie todo lo que molestaba, porque sabían que iba a llover, los
gorriones, días atrás juguetones y escandalosos, estaban parados, en las ramas
más bajas de los árboles, con las plumas huecas, y la cabeza entre las alas,
parecían bolas de algodón y para colmo, los árboles se desprendían de sus hojas
secas.
A mediodía, cuando regresé a casa salió, tímido, el sol y la
tarde se volvió noche en un suspiro, el calor del hogar apetecía como nunca, fuera
hacía frio y al anochecer, comenzó a llover lenta y plácidamente, Tania, mi
perra, se enroscó en mis pies, al calor de la estufa y me miró, inteligente, pidiendo
una explicación, le hice una caricia y comenté, como si me entendiera, -llegó
el Otoño.
Moisés Coronado, Marzo de 2015.
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