Nos entramos en esta colmena fantástica los zánganos, y de nuestras deliciosas montas con la Abeja Reina nacen estos pollos, pobrecitos habladores.
jueves, 2 de abril de 2015
QUÉ PUEDE HACER UN POETA CON LAS PALABRAS...
En función de la mentalidad y el sentimiento que éste pueda albergar sobre ellas, muchísimas cosas. Tratarlas con auténtico cariño y devoción, vivir pendiente a todas horas de que no les falte nada, escribirlas y leerlas al borde del paroxismo más profundo; después de duchadas y bien compuestas, llevarlas al parque, invitarlas a desayunar en el bar de la esquina, piropearlas continuamente diciéndoles que no se ven por ninguna parte palabras tan bien hechas como ellas, prometerles hacer un bonito viaje el fin de semana y consentirles a cualquier hora, todos aquellos caprichos que se les ocurran por extravagantes que parezcan; que corran, que salten, que rueden, que canten, que lloren, que moren, que doren, que suenen, que atruenen. Llevado de esta paranoia "su poeta", rendido, no querrá oír, ni hablar, ni conocer, ni jugar con otro supuesto lingüístico, embobado hasta las cachas por el dominio y el embrujo que las palabras empleadas a diario, ejercen sobre él. Sin embargo, algún que otro poeta mantiene la necesidad de ofender abiertamente a la poesía y por ende a toda palabra, a riesgo de que no siendo así ambas morirán. A la vista de esto, no parece conveniente por tanto, tratarlas con demasiado mimo; nada de pasearlas tampoco a la luz de la luna, ni en románticos atardeceres embriagándose de fresca brisa al amparo rumoroso de las olas. Nada de caramelos, ni de chuches, nada de extravagancias caprichosas; ¡ah! y nada de comprarles ropa de boutique. Disciplina. Rigurosidad. Resentimiento. Mordacidad. Búsqueda inagotable de los tres pies. A las palabras no hay que dejarlas que te dominen, se te suben a caballo y ya no hay forma de que puedas vivir en paz. Y cuando alguna de ellas, más revoltosa si cabe que las otras, se ponga imposible, nada de condescendencias ni de ponerse nervioso: denuncia inmediata al diccionario, que éste resuelva, y que impere la ley. Es la única manera de conseguir ser un buen poeta, sin morir en el intento.
(Luis)
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