martes, 20 de octubre de 2015

El libro de Sergio, por Moisés.

Mario lo tenía claro, en la dirección que le habían dado, vivía un niño de ocho años, un poco conflictivo, según comentaban algunos compañeros, su misión consistía en cuidarlo y entretenerlo, tarea a la que estaba acostumbrado, hasta que llegara su madre, del trabajo, al terminar la tarde.
La sorpresa se la llevó cuando, al tomar el relevo, su compañero le presentó al niño, y vio que era ciego, (me lo tenían que haber dicho, pensó), todos los juegos que llevaba preparados, no valían, eran para niños inquietos, traviesos, revoltosos, pero no ciegos…, reaccionó rápidamente y saludó, con un apretón de manos, a Sergio, pues así se llamaba el niño, este le pidió que se aproximara, para tocarle la cara, quería saber cómo era su rostro, sus ojos, su pelo, su boca…, una vez examinado, le preguntó si sabía contar cuentos y Mario le dijo – claro que sí, tengo un libro en el que hay un montón y si quieres nos pasamos toda la tarde leyendo cuentos­­-.
Sergio, estaba desconcertado, puso cara de circunstancias y le preguntó -¿qué es un libro? y ¿qué es eso de leer cuentos?, normalmente me los cuentan-, Mario se quedó sorprendido, pero le aclaró,- un libro es un conjunto de hojas de papel, unidas por el borde, en las que hay escritos unos símbolos que se llaman letras y unidas forman palabras, estas últimas son las que se interpretan y te cuentan la historia-, aturdido y un poco enfadado, lanzó otra serie de atropelladas preguntas, ¿Qué eran hojas de papel, que era escribir, que eran letras? y las palabras, ¿cómo se podían unir las letras, para formar palabras?.
Mario no sabía que contestarle y mientras trataba de encontrar una respuesta, sacó el libro de la mochila y se lo dio, Sergio comenzó a darle vueltas y cuando lo hubo tocado por los bordes, por las esquinas, por las tapas, por las hojas abiertas, por todos los lados, dijo,- la forma del libro, la tengo clara, pero, no he tocado ni letras, ni palabras, ni historias-, entonces dijo Mario,-vamos a escribir-, le cogió la mano y muy despacio, con mucha delicadeza, fue trazando, en el aire, algunas letras y le iba diciendo como se llamaban, para que las conociera, le explicó que juntándolas, se hacían palabras, Sergio estaba encantado, incluso se atrevió a trazar alguna letra él solo, le pidió que le enseñara a leer, Mario, le contó la historia de las letras y las palabras y cuando terminó, le prometió, que el próximo día le traería un libro, escrito expresamente para personas ciegas, como el, donde las letras se ponen con puntitos sobresalientes, y se leen con los dedos, se llama el sistema de lectura “braille”, -si lo aprendes, no te hará falta nadie y podrás leer tus propios cuentos-, le dijo.
Cuando llegó su madre, Sergio se lanzó sobre ella alborozado, agarrado al cuello y casi gritando, le dijo –mamá, mamá, Mario me ha enseñado lo que es un libro y me va a enseñar a leer y me ha prometido que me va a traer uno, para que pueda contarme cuentos yo solo-, su madre, miró a Mario, incrédula y con la voz entrecortada, le dio las gracias…, hacía mucho tiempo que no veía a Sergio tan entusiasmado. 

Moisés Coronado, Mayo de 2015.

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