Mario lo tenía claro, en la dirección que le habían dado,
vivía un niño de ocho años, un poco conflictivo, según comentaban algunos
compañeros, su misión consistía en cuidarlo y entretenerlo, tarea a la que
estaba acostumbrado, hasta que llegara su madre, del trabajo, al terminar la
tarde.
La sorpresa se la llevó cuando, al tomar el relevo, su
compañero le presentó al niño, y vio que era ciego, (me lo tenían que haber
dicho, pensó), todos los juegos que llevaba preparados, no valían, eran para
niños inquietos, traviesos, revoltosos, pero no ciegos…, reaccionó rápidamente
y saludó, con un apretón de manos, a Sergio, pues así se llamaba el niño, este
le pidió que se aproximara, para tocarle la cara, quería saber cómo era su
rostro, sus ojos, su pelo, su boca…, una vez examinado, le preguntó si sabía
contar cuentos y Mario le dijo – claro que sí, tengo un libro en el que hay un
montón y si quieres nos pasamos toda la tarde leyendo cuentos-.
Sergio, estaba desconcertado, puso cara de circunstancias y
le preguntó -¿qué es un libro? y ¿qué es eso de leer cuentos?, normalmente me
los cuentan-, Mario se quedó sorprendido, pero le aclaró,- un libro es un
conjunto de hojas de papel, unidas por el borde, en las que hay escritos unos
símbolos que se llaman letras y unidas forman palabras, estas últimas son las
que se interpretan y te cuentan la historia-, aturdido y un poco enfadado,
lanzó otra serie de atropelladas preguntas, ¿Qué eran hojas de papel, que era
escribir, que eran letras? y las palabras, ¿cómo se podían unir las letras,
para formar palabras?.
Mario no sabía que contestarle y mientras trataba de
encontrar una respuesta, sacó el libro de la mochila y se lo dio, Sergio
comenzó a darle vueltas y cuando lo hubo tocado por los bordes, por las
esquinas, por las tapas, por las hojas abiertas, por todos los lados, dijo,- la
forma del libro, la tengo clara, pero, no he tocado ni letras, ni palabras, ni
historias-, entonces dijo Mario,-vamos a escribir-, le cogió la mano y muy
despacio, con mucha delicadeza, fue trazando, en el aire, algunas letras y le
iba diciendo como se llamaban, para que las conociera, le explicó que juntándolas,
se hacían palabras, Sergio estaba encantado, incluso se atrevió a trazar alguna
letra él solo, le pidió que le enseñara a leer, Mario, le contó la historia de
las letras y las palabras y cuando terminó, le prometió, que el próximo día le
traería un libro, escrito expresamente para personas ciegas, como el, donde las
letras se ponen con puntitos sobresalientes, y se leen con los dedos, se llama
el sistema de lectura “braille”, -si lo aprendes, no te hará falta nadie y podrás
leer tus propios cuentos-, le dijo.
Cuando llegó su madre, Sergio se lanzó sobre ella alborozado,
agarrado al cuello y casi gritando, le dijo –mamá, mamá, Mario me ha enseñado
lo que es un libro y me va a enseñar a leer y me ha prometido que me va a traer
uno, para que pueda contarme cuentos yo solo-, su madre, miró a Mario,
incrédula y con la voz entrecortada, le dio las gracias…, hacía mucho tiempo
que no veía a Sergio tan entusiasmado.
Moisés Coronado, Mayo de 2015.
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