A mis cincuenta y cinco, (cincuenta y cuatro dicen que aparento), trato de hacer recuento de lo vivido y pasado.
Ante este “hacerme mayor sin delicadeza”, decido tomarme la vida en serio, sentar la cabeza y hacer testamento.
Y pedir perdón por mis errores, que no son pocos ni banales. Pido perdón porque nunca he sido muy acertada en mis juicios, ni prudente en mis opiniones, ni oportuna eligiendo amigos.
He sido tacaña con mis afectos y he racaneado besos y abrazos a los míos, sin saber que era más hermoso darlos que recibirlos.
Y de mis escasas pertenecías, con la única condición de que las tengan en cuenta y no las malvendan en un rastro, declaro los siguientes herederos:
-A mi compañero de Camino, le dejo mi valor para afrontar las cosas.
-A mi niña, le dejo mi intuición, y espero que no le falle nunca.
-A mi niño, le dejo mi buena salud, para que la disfrute muchos años.
- A mis niñas, les dejo mi curiosidad por saber todo.
-A mis Sisters, ya les he ido dejando cositas a lo largo de la vida.
A todos los demás, ellos saben.
Y me reservo para mí la imaginación, la adolescencia perpetua y las ganas de vivir para cuando lleguen los tiempos oscuros.
Gracias, Joaquín Sabina.
Mercedes
Mercedes
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