La luz incisiva de la máquina del
convoy, apareció en el fondo del túnel iluminando la oscuridad y aproximándose
rápidamente.
Eloy estaba inquieto, el andén estaba
más saturado que de costumbre, eran las 8:37, el tren no llegaba y para colmo un
grupo de jovenzuelos, 15 años más o menos había calculado, jugaban alborotando
alrededor de él, sabía lo que esto significaba, algún incauto sería víctima de
este grupo sufriendo seguramente un robo; abrazó la bolsa fotográfica que
llevaba en bandolera, tenía que estar a las 9:00 en el Centro Pompidou para
hacer un reportaje fotográfico y a poco más que tardara el tren no llegaría a
tiempo.
Entró silbando en la estación atestado
hasta los topes, la gente se arremolinó alrededor de las puertas, que se abrieron
con un pitido intermitente, Eloy se puso tenso y se preparó para subir al
vagón, en el remolino que se formó al entrar notó que la gente lo conducía
hacia un rincón, enfrente de la puerta, la bolsa fotográfica la tenía
controlada y con la mano libre se tocó el bolsillo por fuera del pantalón, asegurándose
de que la cartera se encontrara en su sitio. A pesar de que el vagón estaba
lleno solo se oía un rumor apagado de conversaciones, se acomodó de pie en una
barra para apoyar la espalda y alzando la vista, descubrió con estupefacción
que la cuadrilla de “niñatos” estaba a su alrededor, apretó con fuerza la bolsa
y se tocó instintivamente el bolsillo, notando y agarrando fuertemente una mano
que trataba de introducirse en él.
El grito que soltó Eloy dejó callado
todo el vagón, la gente lo miraba intentando adivinar lo que pasaba, los
chavales se quedaron parados sin saber qué hacer y en la confusión que se
organizó aprovechó para, sin dejar de gritarles, empujarlos desconcertados fuera
del vagón, una vez en el andén comenzaron a insultarle y escupirle, haciendo
aspavientos con las manos en el mismo momento que las puertas se cerraban, con idéntico
pitido intermitente que cuando se abrieron.
Eloy volvió temblando a su posición y
miró alrededor, unos levantaban el dedo pulgar en señal de triunfo, otros
trataban todavía de comprender lo ocurrido, pero lo que fue cierto y pudo
comprobar, es que nadie movió un solo dedo para ayudarle.
Moisés Coronado, Mayo de 2016.
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