Las palabras nacen de la grávida inspiración del poeta, que
asociada con la imaginación y la fantasía, emergen de la nada y tienen el don de
excitar nuestros sentidos, enardecer nuestros instintos, estimular nuestro
espíritu……
Cuando han eclosionado, hay que saber amarlas, cuidarlas,
mimarlas, alimentarlas, dejarles su espacio y especialmente conseguir que
expresen todo lo que llevan dentro.
Las palabras son divertidas, tristes, amorosas, repelentes,
irreales, caprichosas, bailarinas…….y al contrario de lo que dice el refrán, no
se las lleva el viento, quedan atrapadas en el árbol de nuestros recuerdos,
penden de sus ramas como frutas maduras de las que hay que, aprovecharse, morderlas,
saborearlas, exprimirlas, dulcificarlas, hacerlas mermelada…… o dejarlas que
terminen de madurar, que la vejez les dé sabiduría y solera, para luego
recuperarlas llenas de sabor y poder lucirlas en los pasteles exquisitos, que
son los poemas.
Moisés Coronado, Febrero de 2015.
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