Dedicado a mi hijo pequeño en su marcha a Colombia
NADA ES MÍO
Siento la lluvia encendida sobre la tierra y los pinos,
y mi mente se difunde vagando errante, dudosa,
por los tediosos repechos, por el matorral umbrío.
Ciega rompe la mañana. En su laguna recóndita,
en el latir del silencio, procuro un meditar frío
donde adormezcan pavores y me anude la voz ronca.
Rigen bramantes su ente, sirgas de fiel guitarra;
doblan acordes nocturnos, recreo de su alboroto,
rumor que versan sus ritmos, vivificando su plasma.
Por ello, mueren mis llantos, no destiñan sus contornos;
y disemino en su senda fulgores rubios y nácar;
a él incumben sus sueños, combatir luchas, ahogos.
Ay, Colombia, sé campiña de matices y candores
—te entrega su corazón—, tan sólo, sé pecho afable.
Es mi desnuda paloma criada en pompas y algodones
en su zurrón van empeños; de amparo, tus voluntades.
Guindan del pico sus obras,
los abre en tu fértil tierra por un vergel de corales.
-¡Adiós!... Alzo mi pañuelo, se iza angosto y temblando;
¡retumbos brotan del vientre a la madre que no canta!
He aquí, el dolor proscrito, me punza, me ha burlado.
Siento la lluvia encendida sobre la tierra y los pinos,
y mi mente se difunde vagando errante, dudosa,
por los tediosos repechos, por el matorral umbrío.
Ciega rompe la mañana. En su laguna recóndita,
en el latir del silencio, procuro un meditar frío
donde adormezcan pavores y me anude la voz ronca.
Rigen bramantes su ente, sirgas de fiel guitarra;
doblan acordes nocturnos, recreo de su alboroto,
rumor que versan sus ritmos, vivificando su plasma.
Por ello, mueren mis llantos, no destiñan sus contornos;
y disemino en su senda fulgores rubios y nácar;
a él incumben sus sueños, combatir luchas, ahogos.
Ay, Colombia, sé campiña de matices y candores
—te entrega su corazón—, tan sólo, sé pecho afable.
Es mi desnuda paloma criada en pompas y algodones
en su zurrón van empeños; de amparo, tus voluntades.
Guindan del pico sus obras,
los abre en tu fértil tierra por un vergel de corales.
-¡Adiós!... Alzo mi pañuelo, se iza angosto y temblando;
¡retumbos brotan del vientre a la madre que no canta!
He aquí, el dolor proscrito, me punza, me ha burlado.
¿Dónde está la fortaleza que infalible me guardaba?,
se derrumba mi baluarte, se marchó el buque angelado,
conduciendo mi congoja, a mi hijo y su guitarra.
Carende
16/01/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario