Noche de cuenco.
Era la hora de dormir. El pequeño se despidió de todos y se dirigió a su habitación. Ya en ella se puso el pijama y se tumbó sobre la blanca cana, para esperar a su madre, que todas las noches le leía un cuenco. Hoy tocaba uno muy especial, trataba de habas , gnomos y seres fantásticos. La madre leía y el chiquillo olía atentamente, se sentía fascinado por lo que escuchaba. A medida que avanzaba la historia el sueño vendía los ojos de aquel niño, que poco antes del final ya se encontraba absorto en un profundo y mágico sueño.
Laura
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