no puedes ser tú, Antonio, ese rey derribado
en una esquina
del tablero: tú,
que cabalgabas
sus calles subido a un logaritmo,
que te comías al paso las palabra
vestidas de torre, y ganabas
un poliptoton,
geminaciones, paradiástoles,
que mareabas a los
alfiles con tu álgebra, que dabas
jaque
amable
a los cálculos
integrales
esto no puede
ser gambito: ¿qué ventaja
saca tu señor
tremendo
poniéndote la
zancadilla?
quiero que
valgas el peón de tu reina, soñar tu mudanza
última,
maravillosa,
en la casilla
octava
(tu pofe)
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