jueves, 29 de enero de 2015

EL MIEDO

EL MIEDO


Iba abriendo las puertas para mostrar la vivienda  a los nuevos inquilinos;  todavía estaba  tal y como quedó el día en que, por última vez, la visité para llevar unos encargos.
En la casa habían cds de música por todas las habitaciones, de diversos estilos;  muchos libros, dos bicicletas, la colección de objetos indios. Su  vieja guitarra, sobre una silla,  me transportó a   su imagen,  viendo sus largos dedos, ágiles sobre las cuerdas, intentando, con gestos de concentración, sacar los acordes precisos para su nueva composición. Me di cuenta de que me estaban haciendo una pregunta, con mucha delicadeza  hice que me la repitieran y  seguí  mostrando la vivienda.        
Deseaba que se marcharan y me dejaran sola entre  de los recuerdos de mi hijo, el alma me sangraba y se transformaba en  un río de lágrimas que ahogaba mi respiración.  No podía aceptar la idea de no volverlo a ver, de no sentir los tiernos besos y las juguetonas caricias en mi cara. Recuerdos, unos y  otros,  siempre cálidos. Era un chico noble, sincero, de entrañas sedosas.   
Todo era confuso, una carretera con mucha oscuridad, a la derecha un coche se había salido. No sé de dónde venía yo, ni donde me encontraba pero si sé que fui corriendo hasta el límite de mis fuerzas  y al llegar vi a cuatro muchachos  inertes  y con heridas, junto a instrumentos de música rotos. Fui a tocar a mi hijo cuando unos brazos me cogían y oía unas palabras, cada vez más cercanas,  que decían mi nombre  y repetían, "no llores, calma,  es un mal sueño".  Entonces,  realmente, sentí que sollozaba Y que el miedo me había sumergido de nuevo hasta donde quedaron anegados sus sueños.        

Carmen de la Torre
     (Carende)

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