jueves, 29 de enero de 2015

SIGO A LA ESPERA

A mi hijo menor y su familia

SIGO A LA ESPERA       

El  espumillón se destiñe  mientras las horas y los días van deslizándose a un compás  lento y vacio, sin nuevas.
No quedan regazadas las ausencias en el  año que termina; por el contrario,  sigue vagando la languidez silenciosa  que hostiga la armonía  y encona el alma.
 Continúan los regalos bajo el árbol de navidad con sus  nombres escritos con ilusión y mimo. Permanece iluminado muchos días después de pasar las  fiestas;  muestra de un  hálito de esperanza,  o quizás, de querer forzar a que se cumplan los deseos.  Sin embargo,  se filtra por las rendijas la visión del encuentro con el hijo esperado. El  desánimo arrogante se hace eco por todo el hogar. 
Voy empacando los besos  con toda tristeza al igual que los adornos, y,  con cada uno que descuelgo, se produce en mi pecho un desgarro.
Ni la distancia  ni el transcurrir taciturno de los días merma las ansias  de tenerlo conmigo; ni el miedo enquistado en el momento de su marcha a ese país  ignoto y lejano.
En el mismo instante que  el avión despegaba, sentí que se apresaban mis manos y su arrullo se deshacía hilo a hilo ante la sangre de mis pies helados porque pensaba, ¿y si me necesitara?
A veces,  sonrío con los ojos cerrados  e imagino  un susurro  en forma de canto que dice: madre, tu hijo por el camino viene con el suspiro apretado, con el corazón de semillas florecido y dulces brotes que  entregar a sus padres. Inhala un puñado de su tierra  como si de una rosa se tratara. Y su aliento  acelerado va abrazando a sus gentes, cual destellos de ensoñaciones. Ya brilla mi sol sobre los cerros;  los patos en el agua mansa se refrescan, vienen  contentos de llevar al río abierto, para siempre mi pena.

Carmen de la Torre
      (Carende)
22/02/2012

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