Nací entre
corderos y lobos. Los primeros me arrullaban en su pesebre, los segundos me
acechaban con sus aullidos y garras.
Empecé a
caminar como los burros, obedeciendo a base de palo y con la misma paciencia
que ellos. Me caí de uno y aprendí que el sufrimiento se combate luchando y tirando del peso que te ponen
hasta librarte de él. Las quejas no sirven. Primera lección , no la olvidaré
nunca.
Crecí como
las tortugas, disimulando todo lo que
podía , moviendo el cuerpo y la cabeza como ellas , observando todo lo que a
mi alrededor pasaba y escondiéndola para que no te pegaran. En aquella época
hasta los maestros pegaban,…….. a los que pegaban.
Pasé mi juventud
cabalgando en caballos sin sillas. A veces detrás de ellos, cuidando mucho que
no te dieran una coz. Hasta que un perrito caniche blanco, muy poquita cosa,
pero haciendo uso de su inteligencia, se puso delante de los desbocados
caballos y los paró.
Mi vida ha
transcurrido cogido a la correa de ese perrito blanco del cual aprendí a
compartir, exigir, respetar y ladrar.
Se murió el
perrito fuerte, duro, astuto, cariñoso ( no con todos ) y fiel.
Ahora camino
a la velocidad de otra tortuga buscando la tranquilidad que ellas tienen,
cuando se encuentran protegidas en busca de su aletargamiento.
Agradecimiento
a Yuti, al burro de mi amigo Jesús, a Luko y Yuti dos
José
pérez Zamora. 16 enero de 2015
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