LOS PAJARILLOS CUCÚS
Erase una vez una familia de pajarillos cucús que vivía dentro de un viejo árbol, era tan viejo que se caían a trocitos sus paredes.
El papá pajarillo le dijo a la pajarilla y a sus hijitos que tenía miedo que cayera el nido y que había que buscar uno nuevo.
Un día le contó un amigo que había un bosque joven y alegre donde podrían construir su casa y donde la luna por las noches cantaba canciones y regalaba estrellitas de color azul muy brillantes.
El pajarillo Cucú quería ir verlo y se lo dijo a la mamá cucú. Porque estaba muy, muy lejos.
La mamá pajarilla se quedó un rato pensativa y un poco enfadada, ella quería ayudar y no deseaba separase de él.
Y, le dijo:
-Nos iremos todos juntos para que no estés solo y para trabajar los dos y acabar de construirla más prontito.
Con mucha paciencia el papá cucú le dijo a la pajarilla:
-Mira, cuquita mía, no podéis venir conmigo porque los niños no pueden dormir en las ramas, son pequeñines y tampoco pueden volar si algún animalito malo viniera a hacernos daño.
La mamá pajarilla comprendió que tenía toda la razón y aceptó. Así que, a la mañana siguiente se despidieron y los pajarillos pequeños se quedaron llorando.
El papá comenzó a volar muy ilusionado y veloz. Saludaba a las nubes y a otros pajarillos que iban y venían por el cielo.
Al llegar al bosque nuevo le pareció muy lindo, estaba lleno de árboles grandes, muy grandes que tenían las flores de vivos colores.
El cucú papá se fijó en un árbol que tenía las florecillas como gotitas de agua y salían rayos de luz plateada y decidió que en ese haría su vivienda.
Tendría una puertecita redonda y pequeña para que no pasara el frío ni tampoco el calor; ni animales grandotes que les pudieran comer.
Se puso a picotear en lo alto del tronco del árbol miles de veces. Y por eso estaba muy cansado, tanto que perdió el equilibrio y cayó al fondo del tronco, rompiéndose las alitas. El pajarillo piaba desesperado y tuvo mucho miedo por si no podía salir y no volvía a ver a su familia, ¿quién le oiría, quién le ayudaría? Pasó unas horas acurrucado sin apenas tener fuerzas para seguir piando. Ah, pero…, de pronto vio que se iluminaba todo como si hubiera salido el sol allí dentro. Abrió los ojos y levanto la cabecita un poquito hasta ver que la luna y a otros pajarillos que estaban asomados y que le decían que no se preocupara que le ayudarian.
Así, la Sra. Luna soltó sus trenzas y en ella iban dos hermosos cucús que tenían su nido al lado.
Bajaron y se presentaron, sus nombres eran Dulce y Salado. Éstos fueron cruzando su trenza hasta preparar un camita donde, con mucho esfuerzo, pusieron a Papá cucú para que la luna lo subiera.
Toda la noche estuvo durmiendo dentro de la luna que lo acunaba y sus amiguitos lo cuidaban y hacían compañía.
¡Qué bien durmió, qué lugar más bello y qué buena amiga fue la luna y sus nuevos vecinos Dulce y Salado!
Pasaron varios días hasta que se recuperó y tuvo el nido acabado y regresó a por su familia;
Al ver al papá cucú la pajarilla y los pequeñines daban saltos de alegría y reían.
Cuántos besitos se dieron con su piquito. Cuántos, cuántos, cuántos...
Los cuatro cucús se dirigieron al bosque mágico donde conocieron más animalitos, plantas y árboles diferentes y hermosos.
Y, cada noche la luna les cantaba y les bajaba una estrellita azul brillante para iluminar su hogar donde…
Fueron muy felices.
Carende
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